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El simplismo en vez del análisis
Al cabo de 4 años de iniciado el proceso de
"regionalización" éste se encuentra estancado en medio de
acusaciones de corrupción e inefectividad de sus líderes. El desarrollo del
país, sigue postergado.
Y es que, a nuestro juicio no cabe otro destino a este nuevo intento de
reorganización del Estado y es el reflejo del fracaso reiterado de la
república criolla, incapaz de reformarse a si misma. Cabe recordar el refrán:
"lo que mal empieza, mal acaba".
Desde hace un lustro (*) venimos cuestionando a los políticos tradicionales ( y
sus entusiastas aprendices), que despreciaron olimpicamente, el más elemental
diagnóstico de la realidad peruana y la definición de conceptos, como por
ejemplo "región". Se lanzaron, al más puro estilo simplista y
pragmático del gobierno anterior, decretando la regionalización, sin haber
realizado ningún intento de crítica histórica a la división departamental
del territorio y al modelo económico que la explica y sustenta.
Al parecer, se ha vuelto una costumbre de la mal llamada "clase
política", actuar sin responsabilidad por las futuras generaciones,
motivada mayormente por intereses personales o de grupo.
Que opinaría amigo lector, si usted, padeciendo alguna enfermedad, va al
consultorio y su médico le receta medicamentos sin haberlo examinado?.
Probablemente su caso se agrave.
Macro regiones = macro disparate
En términos del Perú, cómo podemos permanecer
ajenos a una realidad geográfica y social tan particular y recetar una
regionalización completamente de espaldas a las condiciones específicas en las
que viven nuestros compatriotas en cada zona del territorio?.
Si atendiéramos a nuestros investigadores y estudiosos y recorriéramos
nuestros centros poblados, valles, ríos y montañas, veríamos con mayor
crudeza el despropósito de dejar de lado el criterio de cuenca hidrográfica.
En los países de relieve accidentado, la cuenca es la unidad geográfica
básica, en la cual se siembra, produce y comercia cotidianamente, se administra
el agua y demás recursos naturales. La vida de cientos de localidades de
nuestro país transcurre en cuencas, ajena a los límites departamentales o
provinciales que nos impusieron los funcionarios de gabinete y políticos, sin
más motivación que el lucro personal o la notoriedad.
El criterio de la transversalidad para formular una alternativa a la división
política del país, expuesta por el recordado geógrafo Javier Pulgar Vidal,
más que un invento suyo, fue el descubrimiento de una realidad existente.
Ante ello, qué sentido puede tener, luego de haber cambiado de nombre a los
departamentos (decrépita herencia de la Colonia), ahora se pretenda agruparlos
en macro regiones? La suma de aberraciones, no puede ser más que otra
mayor.
Me dirijo a los que, con toda buena intención, apoyan este proceso de falsa
regionalización: volvamos sobre nuestros pasos y reflexionemos si vamos
a seguir insistiendo en el error de "juntar departamentos", en vez de
reconocer en los corredores económicos que cruzan los Andes, verdaderos
circuitos económicos de integración y bases de una región que tome a las
cuencas como su base, sin pretender dividir éstas, absurdamente.
En este reiterado error histórico, como en muchos otros, hay gente que es
engañada y gente que vive del engaño. Y es que, detrás de la división
política del territorio en departamentos, provincias y distritos,
tradicionalmente se han movido diversos intereses de clase, bajo un modelo
económico predominante: un modelo que, privilegiando la extracción y
exportación de materias primas y la importación de manufacturas, no le ha
interesado el desarrollo del mercado interno. Desde el punto de vista de
estos intereses anti nacionales, se entiende por qué establecieron límites
entre jurisdicciones que no propician el desarrollo sostenido de las fuerzas
productivas locales y no aprovechan racionalmente las condiciones de su entorno
natural. Esto es demasiado pedir para los ex terratenientes y la actual gran
burguesía criolla peruana, más preocupada de enfeudarse al poder mundial
"globalizador" (TLC).
El fracaso de este proceso, por demás
inevitable, debe llamar al debate político, que ponga en el centro, el modelo
económico primario exportador que genera más pobreza, migración y centralismo
y nos proponga su sustituto: un modelo económico nacional que privilegie el
fortalecimiento y expansión del mercado interno.
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